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Mejora tu agilidad mental

Cómo influye el sueño en la memoria.

Actualizado: 6 oct 2020

Si tienes la idea de que al ir a dormir te vas a olvidar lo que te ha pasado durante el día. No hay nada más lejos de la realidad. Los sueños no ayudan a liberar la mente de las emociones negativas; en realidad ayudan a intensificar los recuerdos desagradables. En la fase REM del sueño soñamos de una forma emocional; de hecho, se activan las zonas del cerebro que se hallan unidad al hipocampo, y esto lo hace con la finalidad de procesar experiencias que han sido olvidadas, procesando estos conocimientos de forma racional. Durante una noche en donde soñamos mucho, recordamos con claridad las vivencias emocionales del día anterior y de los previos.


En general, el descanso nocturno ejerce una influencia profunda en el sistema nervioso incluida la memoria y el estado de ánimo, así como en el sistema inmune, el endocrino, y en concreto en la producción de insulina, con lo que interactúa con el apetito y es factor determinante en el sobrepeso y la obesidad.


Una sola noche sin dormir tiene un gran impacto en la memoria sensorial e incluso en el estado de ánimo, ya que las ideas negativas afloran más tras una noche de insomnio. Por este motivo el insomnio voluntario tiene una enorme influencia en la formación de cuadros depresivos. Se sabe que el sueño tiene especial importancia en transformar las vivencias diarias en recuerdos consistentes para lo bueno y para lo malo, aunque luego vengan los mecanismos compensadores y del olvido que los reajustarán. Así, en los últimos tiempos, se ha estudiado mucho la relación y la implicación del sueño en el procesamiento de los recuerdos, sea cual sea el estado anímico, y se ha comprobado que dormir adecuadamente después de actividades de aprendizaje o estudio, facilita la estabilización, la consolidación, la integración y el análisis selectivo de los nuevos recuerdos.


El sueño controla lo que recordamos y cómo lo hacemos, y hace algo más que estabilizar los recuerdos: frena su deterioro causado por el paso del tiempo, pero, además, en muchos casos, los mejora.


Cuando decimos que estamos consultando con la almohada, ocurre algo fascinante, ya que, en realidad, le estamos pidiendo al cerebro que durante el sueño recupere la información que está retenida y haga algo con ella, calcule posibilidades y nos ofrezca una opción para resolver el problema, y todo eso sin darnos realmente cuenta de lo que ha pasado, pero teniendo a nuestro favor unos datos nuevos para afrontar una cuestión que, es posible, no supiéramos que nos preocupaba de forma consciente, aunque el inconsciente opinara lo contrario y estimara que sí.


También se ha visto que durante las fases del sueño se ensanchan los espacios entre las células, con lo que de alguna forma circula mejor entre ellas el líquido cefalorraquídeo entre el encéfalo y la medula espinal. Así se facilita la eliminación de productos de desecho acumulado durante la vigilia y se añade una función más al cerebro y un inconveniente más a la falta de sueño es el acumular estos desechos.


A la vista de esto, parece que dormir poco y quitarle horas al descanso como alternativa a lo que se se supone que es ganar tiempo es un mal negocio para la vida y el cerebro. Una persona que disminuya horas al sueño de manera permanente corre el riesgo de acabar enfermo, posiblemente deprimido, con alteraciones en la memoria y es probable que con problemas de obesidad y diabetes tipo II por la implicación de la insulina que hemos mencionado.


Hay que descartar el papel que tiene la melatonina, hormona producida durante el sueño en la regulación del ciclo sueño-vigilia, y que según estudios recientes tiene un importante efecto en la consolidación de la memoria y podría ayudar a prevenir el riesgo de padecer Alzheimer. La melatonina regula la calidad del sueño y, por lo tanto, también mejora la capacidad cognitiva y la memoria.



Hay otro motivo por el que hay que prestar mucha atención al sueño, y es que los niños de entre tes a siete años que duermen menos de las horas necesarias pueden tener problemas cognitivos y de conducta social. Se ha constatado que estos muestran una tendencia mayor a presentar problemas de planificación y organización personal, a controlar las emociones e, incluso, a respetar a los demás y tienen dificultades para interacciones con compañeros de la misma edad.



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